lunes, 15 de abril de 2013

La cuerda floja

Hay gente que es tan importante y esencial para nosotros, que no podemos permitir que nos vean derrumbarnos. Tienen que vernos como dioses. Si no, seríamos como los demás: inseguros, imperfectos, normales. Nos hacemos fuertes, nos comportamos estoicamente y ocultamos el hecho de que somos humanos. Pero también nos equivocamos. Perdemos la perspectiva.

Hasta los mejores tienen un mal día.

Sin embargo, no nos dormimos en los laureles ni celebramos los triunfos que tenemos porque siempre hay alguien más que necesita nuestra ayuda; nos obligamos a seguir intentándolo, a seguir aprendiendo. Con la esperanza de que, tal vez, algún día, nos parezcamos más a los dioses que nos piden que seamos; pero siendo conscientes de que si nos pinchan, sangramos.

Te dicen que te muerdas la lengua.
Te dicen que basta de lágrimas y de lamentaciones y que te pongas en pie. Que te reveles.
Que no tires la toalla en ningún momento.

Y luego te sueltan la frase magistral: cuando la esperanza da paso a la realidad y tenemos que rendirnos, sólo significa que hemos perdido la batalla de hoy, pero no la del mañana.

Olé.

Pero hay veces que mandarías todo al más recóndito lugar de la faz terrestre... menos a tu paracaídas personal, a quien te hace volar como una cometa sin saber el destino hacia el que se dirige, sin saber nada de preocupaciones, ni miedos ni historias que contar...
Solo seguir.