Para montaña rusa, tus caderas, y sus curvas, y mis mareos
cuando al verte, siento que todo mi mundo gira frenéticamente alrededor de ti.
A veces sonríes y parece que sea la primera vez que veo sonreír a alguien. El
amor nos hace esclavos, no sé si hay otra forma pero es que tampoco me importa.
Átame, encarcélame entre tus brazos, aliméntame quedándote siempre un ratito
más.
No te vayas, creo que si te vas yo no sabría quedarme. No, no te vayas.
Sigue haciendo paraísos los días que pasamos juntos, fiestas las madrugadas y
luego la resaca de abrazarte por la espalda. Quisiera besarte hasta los
centímetros de piel que no tienes. Y pasear por la ciudad mientras se mueren de
envidia aquellos que nunca sabrán que tienes esos lunares en la espalda que tanto
me atraen y cafeína en los ojos. Que tu risa suena a victoria y que hueles a
vida nueva. Despertar a tu lado es bonito porque la realidad se parece a un
sueño demasiado perfecto. Y mientras yo te hago el amor, tú me vas haciendo
poeta.
No creo que haya mayor orgasmo que el saber que estoy contigo, que
estamos juntos, que nos queremos.
Poesía eres tú cuando sonríes y yo pienso «joder, qué suerte tengo». O cuando te abrazo y
mis dedos agarran tu pelo y encuentro la paz. O cuando amanezco y estás a mi
lado y no necesito para desayunar nada más que ver cómo se filtran los rayos de
luz por la persiana pintándote de amanecer. Créeme, tu cuerpo es el mejor
poema, la mejor droga, tu persona es lo que mueve el mundo, mi mundo. No hay
palabras para describirte mejor porque tú tienes tu propio vocabulario. Tienes
tu propio idioma. Ese idioma que empieza por juntar tu boca contra la mía y
continúa rozando tu piel contra mi cuerpo…que sin saltar chispas creo que ambos
podríamos incendiar todas las camas del universo. Nada me es imposible si estoy
a tu lado, que me creo capaz de todo, de cualquier locura como sobornar a la
luna para que brille todas las horas que sean seguidas y alargar las noches de
sexo, de confesiones, de ser nosotros. No acabar nunca de fusionar nuestras
pieles, recorrernos como si cualquier milímetro fuese un continente. No sé si
lo he dejado claro pero te necesito, corazón.